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Apoyar en vez de educar

El fin constructivo de la educación

¿A quién se le ha ocurrido que los niños tienen que ser educados? Los niños están ahi, los adultos están ahi, la sociedad está ahi, llenos de valores, orientaciones, límites, retos. Todo está preparado y listo cuando nace un niño. La aventura de la vida puede comenzar. Padres aman a sus niños, son recurso, consuelo y apoyo – ¿por qué razón se necesita entonces la educación?

  La respuesta es: educación es más que lo evidente. La educación es algo especial. La educación es el deber y la misión de encargarse de que los niños salgan bien. De que se vuelvan seres humanos verdaderos y de valor entero. Educación es una misión cultural y civilizadora: hacer de los niños seres humanos. Formarlos, moldearlos, guiarlos, transmitirles los valores correctos y acostumbrarlos a un comportamiento que les de la capacidad de sobrevivir. La educación es indispensable, sin educación hay chaos y desgracia. Hoy en día es necesaria tener más y sobre todo una mejor educación, mejores métodos, mejores libros, mejores seminarios.

  ¿Está permitido cuestionar esto? Todo el mundo sabe lo que pasa cuando se educa demasiado poco. Cuando ya no se educa – algo así esta fuera de lo imaginable. ¿Quién podría tener además seriamente la idea de acabar con la educación?
Esta idea parece absurda y un mal chiste. Contraria a esta idea no solamente está la ciencia pedagógica, los miles de libros sobre educación, el compromiso de los muchos profesionales pedagogos, sino también la experiencia y el conocimiento de la historia. Pero exactamente ésta es la idea que se quiere pensar aquí. No, no la idea del fin de la educación que termina en el caos. Sino otra idea del fin de la educación: una idea que abre un camino nuevo y constructivo para niños y adultos.

Comienza con la reflexión sobre la imagen del niño. ¿Cómo saben los adultos lo que son los niños y como tratarlos? ¿Quién sabe de eso y a quién se puede preguntar? Cuando los adultos eran niños aprendieron de sus padres cual es la imagen que existe del niño: la imagen de un ser humano joven que necesita educación para llegar a ser un ser humano verdadero. Pero, y aqui comienza la reflexión, esto es una imagen, solamente una imagen, una imaginación, una suposición, una hipótesis. Cierto, ésta hipótesis se ha confirmado, todo indica que los niños son seres humanos que tienen que ser educados y necesitan la educación y todo el mundo se comporta conforme a esto. Pero los niños no llevan un cartel sobre la frente que dice: »Yo necesito educación«. Esta frase se puede ver, pero no existe en la realidad, sino solmente en la visión conocida, en la interpretación conocida del niño.

E interpretaciones, imágenes sobre el ser humano pueden resultar anticuadas. Por ejemplo la idea de que alguien con piel negra no sea un ser humano verdadero y con el mismo valor que alguien con la piel blanca y que sirva para ser esclavo. O la idea de que los hombres sean los seres humanos más verdaderos y valiosos y que por eso no se les pueda conceder a las mujeres el derecho a votar. O la idea de que solamente el rey pueda llevar bien los asuntos de Gobierno y no el pueblo. O, o, o. Imágenes sobre el ser humano existen muchas, pero son siempre hipótesis, precisamente imágenes, nunca son hechos de la vida comprobados.

La visión pedagógica del niño no es en un principio otra cosa que una hipótesis así antropológica. No realmente comprobable, pero sí que sirve como base para el trato con niños y es eficaz. Hasta que aparezca una nueva hipótesis antropológica que cuestione la antigua imagen y la base conocida. Hasta que venga alguien que ya no acepte la visión pedagógica del niño y busque un camino no pedagógico hacia los niños. Y lo encuentre. Y comience a vivir de acuerdo con su nueva hipótesis. Y no fracase, sino tenga éxito. Y exactamente personas así existen hoy en día.

Estas personas vienen de la postmodernidad constructiva, en la cual se reconoce la igualdad de todos los fenónemos como base. Nunca realmente algo está sobre lo otro, blancos sobre negros, hombres sobre mujeres, gobernadores sobre gobernados, los seres humanos sobre la naturaleza, filosofías sobre otras filosofías, religiones sobre otras religiones, culturas sobre otras culturas. Y tampoco adultos sobre niños. Si se toma en serio el paradigma de la igualdad y se toma como base, entonces ya no existe la diferencia entre un ser humano de valor entero (el adulto) y un ser humano que todavía no es de valor entero (el niño), sino se ve que los dos están en la misma plataforma, la plataforma del ser humano de valor entero. Y sobre esta plataforma ya no tiene cabida una posición misionaria, como la que se toma en cualquier forma de educación.